Noticia de hoy del periódico Información, de Alicante:
Casino Orcelitano. El edificio que pronto pasará a manos del Ayuntamiento se construyó a finales del siglo XIX y hoy por hoy sigue siendo una de las construcciones más emblemáticas de Orihuela. Además, es consecuencia de los profundos cambios económicos y sociales que sufrió esta ciudad a raíz del ascenso de la burguesía y de las ideas liberales.

El Casino de Orihuela es, además de uno de los edificios más emblemáticos de esta ciudad, un símbolo de los cambios que se produjeron en la economía y la sociedad oriolana de finales del siglo XIX. La industrialización, la llegada del liberalismo, el ascenso de la burguesía en sustitución de la aristocracia del Antiguo Régimen y el ferrocarril fueron los acontecimientos que marcaron profundamente la sociedad de la época.
Según el libro «El Casino Orcelitano (1848-1930)», escrito por María Pilar Ávila, la construcción del edificio que hoy es conocido como el Casino y que pronto pasará a manos del Ayuntamiento no fue una empresa fácil, aunque finalmente llegó a buen puerto. El Casino Orcelitano existía como institución desde 1848 y ocupaba un edificio de la calle Alfonso XIII, situado a pocos metros del lugar donde se ubica la sede actual.
Ávila data los inicios de las gestiones para levantar un nuevo Casino en 1886, si bien el comienzo de las obras se produjo un año más tarde, de ahí que la inscripción de la fachada fije en 1887 el nacimiento del edificio. La construcción del proyecto firmado por Jaime Sánchez Ballesta costaba 30.000 pesetas de la época, más las 10.000 que se debían pagar por los terrenos que antes ocupaba la Posada Pizana.
Estas dificultades se superaron gracias a la aportación de Manuel Roca de Togores, quien se hizo cargo mitad del coste del proyecto, aproximadamente. De este modo, comenzaron los trabajos para hacer realidad el edificio modernista de casi 1.000 metros cuadrados que hoy preside la calle Fernando de Loaces, adonde se trasladó la sede del Casino en 1891. El esmero y el cuidado puesto por la junta directiva de ese momento todavía pueden respirarse en cada una de las zonas en las que se divide la construcción. Según la publicación de Ávila, la decoración de las estancias se encargó a José Nogués, quien diseñó el aspecto de los salones con molduras y pinturas, así como parte del mobiliario. La claraboya que corona el patio andaluz costó 3.200 pesetas y fue responsabilidad de la Sociedad Material para Ferrocarriles y Construcciones, la misma empresa que hizo el Puente Nuevo.
Disposición
El resultado de todo este proceso fue un edificio dividido en diferentes salas en función del uso de cada una de ellas. Esta disposición cambió conforme el paso del tiempo, ya que algunas de las actividades desarrolladas en principio dejaron de hacerse años más tarde, como el esgrima. La distribución actual se compone de los dos salones que dan a la calle Fernando de Loaces, llamados rojo y negro por el color que un día tuvieron sus paredes y tapicerías. En segundo término, queda el patio andaluz en cuya parte superior está la claraboya y cuyas paredes están alicatadas con azulejos valencianos.
A la izquierda del patio, está el salón Imperio, donde habitualmente se celebran los bailes y las cenas que diferentes entidades de Orihuela organizan en el Casino Orcelitano. Esta estancia es la única que permanece sin restaurar, puesto que los salones mencionados anteriormente fueron repintados hace unos años, después de que se rehabilitase la fachada y la cubierta del edificio.
Tras el patio, hay un distribuidor desde el que se accede al restaurante y la cafetería y donde arranca la escalera que da acceso a la planta superior. La planta principal es la menos usada del Casino, aunque en esta parte se pueden construir hasta cinco plantas destinadas a oficinas o a uso hotelero. Y es que después de más de dos siglos de historia, el Casino vuelve a ser protagonista de un cambio radical, ya que el Ayuntamiento asumirá su titularidad para convertirlo en un centro cultural.
Un centenar de cuadros y piezas de anticuario
El valor del Casino Orcelitano va más allá del propio edificio. La sociedad que lo regentaba y que hace unos años se convirtió en Ateneo Cultural posee un centenar de pinturas, entre las que destacan un cuadro pintado por Joaquín Agrasot y otro realizado por Antonio Rodríguez Valdivieso. A estas obras se suman tapices y otras pinturas que el Ateneo ha acumulado a lo largo de dos siglos. Además, los muebles son auténticas piezas de anticuario. La mesas de la biblioteca son piezas únicas, los espejos y las propias puertas reflejan el lujo en el que se basó la decoración del Casino Orcelitano tras su construcción en 1887. Todos estos bienes seguirán en manos de los socios, si bien una vez no quede ninguno pasarán a manos del Ayuntamiento. El Casino Orcelitano llegó a tener 900 socios, mientras que en la actualidad hay unos 169 registrados en el Ateneo Cultural que ha donado el edificio a la administración local. m. l. m.
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