Noticia de hoy publicada en Levante-EMV:
Patrimonio. El arquitecto Miguel del Rey convirtió hace 13 años una de sus pasiones en libro y editó, en castellano y en blanco y negro, el texto «Arquitectura Rural Valenciana». Los ejemplares se agotaron en un año. Desde entonces, la obra se ha convertido en objeto de culto, «un libro codiciado en las librerías de viejo» que ahora ve otra vez la luz. La editorial Galerada ha reeditado el libro a todo color, y revisado por el autor, quien ha constatado la desaparición de parte de este patrimonio.
LAURA BALLESTER VALENCIA Cuando un libro agota todos los ejemplares y pervive de mano en mano gracias a las fotocopias de los originales, significa que la obra ha trascendido la historia y se ha convertido en una obra imprescindible en cualquier biblioteca de consulta. Así ha sucedido con «Arquitectura Rural Valenciana», elaborado hace trece años por el arquitecto Miguel del Rey (Altea, la Marina Baixa, 1948) que, con el tiempo, ha llegado a convertirse en una obra de culto para cualquier persona con sensibilidad hacia el patrimonio y el paisaje. «No pasaba ni una semana sin que me llamaran para reclamarme algún ejemplar de la anterior edición», admite el arquitecto. De ahí que se haya embarcado junto a la Editorial Galerada en la aventura de reeditar a todo color (la primera edición era en blanco y negro) esta obra imprescindible, revisada y actualizada. La gesta ha sido posible gracias a la colaboración de la Diputación de Valencia, el Museu Valencià d’Etnologia, la fundació Mas i Terra y el Centre de Promoció de la Cultura Popular i Tradicional de la Generalitat de Catalunya.
La segunda reedición del libro ha permitido al autor constatar una tragedia anunciada hace ya más de una década: «el grado de ruina del patrimonio rural y la transformación del paisaje agrario. Cuando he visitado de nuevo las casas para fotografiarlas, me he encontrado con que muchas han desaparecido y sólo queda la constancia de su existencia en los planos e imágenes que se incluyen en el libro». Sin embargo, en un pequeño gesto de rebeldía, Miguel del Rey se resiste a hablar de este patrimonio en pasado y sigue tratando «en presente obras ya pretéritas porque entiendo que permanecen con nosotros en las páginas de este libro».
Es el caso de «l’Alqueria de Colom», una pequeña granja campesina del siglo XIX ubicada en el Camí del Pouet de Campanar. Hace tiempo que el camino y la alquería desaparecieron para facilitar las ansias urbanísticas expansionistas de Valencia. Pero, en este detalle reside la valía del trabajo del Miguel del Rey, las imágenes de l’Alqueria de Colom, la planta, los alzados y, hasta una reproducción a toda página del trazado del Camí del Pouet sobreviven en el libro como recordatorio de la masacre paisajística cometida con el que fue el pueblo de Campanar, hasta que Valencia lo fagocitó como barrio a finales del siglo XIX. «L’Alqueria de Colom representa un ejemplo, casi canónico, de la rica cultura agraria valenciana de finales del siglo XIX que sigue la estructura de casa-patio-taller en la que se destina una interesante «andana» en la planta alta para el cultivo del gusano de seda», describe el autor.
Un «urbanicidio» similar han sufrido barracas como las de Burra en el Camí de Vera a València, derribadas y reconstruidas en 1997 por el mismo autor, por encargo de la Universidad Politécnica de Valencia. Del Rey detalla con precisión de cirujano los materiales, la composición, las distintas tipologías de las barracas valencianas de las que describe su origen, evolución y decadencia, desde que «una orden municipal del Ayuntamiento de Valencia de 1914 prohibiera la construcción y mejora de las barracas de la ciudad, después de los grandes incendios sufridos en los populosos barrios de barracas».
Mejor suerte ha corrido l’Alqueria de la Serena, en el camino de Alfara del Patriarca a Benifaraig. La casa debe su nombre a la sirena con cola de serpiente de su escudo y que informa de su construcción en 1553. L’alqueria se declaró monumento histórico artístico en 1983, aunque la protección no ha facilitado su rehabilitación en casi 30 años.
Sobre el libro de Arquitectura rural valenciana
Entre los muchos aspectos que presenta el patrimonio rural, este libro se centra en el análisis de la arquitectura del campo valenciano. Surge como un intento de poner en valor la cultura que proviene del mundo agrario, de la que en ocasiones nuestro actual sistema de valores, centrado en el mundo urbano, se encuentra muy alejado. Si deseamos mantener este patrimonio hemos de procurar su puesta en valor y su defensa en una sociedad en transformación, donde el paisaje rural y los elementos que lo configuran son moneda de cambio para conseguir nuevos espacios de especulación urbana. En este sentido, se considera de interés potenciar nuevas lecturas de todo un mundo al que hasta ahora se le ha prestado poca importancia; el paisaje agrario, el mundo rural, las naturalezas artificiales que nuestra cultura ha creado a lo largo del tiempo, así como a los sistemas y parques donde se mantiene un equilibrio natural que ha sobrevivido a los procesos de antropización progresiva de nuestro territorio.
Particularmente para los arquitectos es atractivo descubrir el valor del paisaje, sus posibilidades formales, los elementos que lo constituyen, su lógica, su historia. Poder volver la vista atrás y renovar la lectura desde las fuentes, aproximarse a las raíces, a la tierra, acercarse a lo atávico. Este es el reto que se nos presenta para no caer en la brutalidad de la ignorancia, ni en la estupidez del gesto. Cada vez más, intervenir en el territorio, e incluso construir en torno a la ciudad, es construir sobre lo construido, por tanto hemos de conocer nuestro patrimonio, tanto el urbano como el rural y saber mirar nuestro paisaje. Incorporar el valor del patrimonio no catalogado, los valores de la cultura rural, de la naturaleza y del paisaje, porque natural o artificial son difíciles de separar en nuestra cultura. Con ello podríamos hacer más legibles, más diferenciados, más nuestros, los fragmentos de ciudades de nueva planificación, abandonando para siempre esos tejidos indefinidos e impersonales que hoy configuran la periferia anodina y vulgar de nuestras ciudades y pueblos.
El libro de Arquitectura Rural Valenciana busca aproximarse a las distintas arquitecturas que encontramos en el territorio valenciano y desmenuzarlas para comprenderlas, porque en el fondo es eso: Un libro de clasificación de casas en el que se ha utilizado una determinada lógica clasificatoria, heredero quizás de aquel romanticismo que intentaba describir el mundo con una dosis de cientificismo.
El libro intenta aproximarse a este campo del conocimiento desde una perspectiva quizás algo distinta, abandonando una lectura excesivamente geográfica y centrando el análisis en los parámetros de la propia arquitectura. Con ello se consigue un cambió en la perspectiva, abandonando la búsqueda de la diferencia, incluso de lo pintoresco, de lo anecdótico, para adentrarnos en lo obvio, en lo directamente constructivo, en un intento de encontrar el común denominador, aquello que es propio en el conjunto de estas arquitecturas, intentando buscar los espacios que podríamos llamar básicos, e incluso rituales, en las casas de estas sociedades vernáculas
Este libro pretende también aproximarse a una perspectiva global del territorio valenciano, intentando ver si existe una cultura propia, para lo cual se estudian las arquitecturas que encontramos desde el norte de Castellón al sur de Alicante, incorporando las comarcas litorales y las montañas del interior. Con ello, podemos verificar que existe una manera particular de entender la arquitectura de nuestra casa rural en época moderna. Es precisamente en esta arquitectura de origen moderno en la que mas acento pone el análisis; la arquitectura que se estabiliza a partir de la segunda mitad del siglo XVII y que toma carta de naturaleza con la Academia, creando unos modelos que sin renunciar a aquellas cuestiones que la vinculaban a aspectos y preocupaciones ampliamente compartidas, no perdía de vista las condiciones propias de la cultura constructiva local.
Es necesario agradecer a una serie de personas y de instituciones el apoyo que han prestado a este libro, y sin cuya participación el trabajo realizado tendría poca trascendencia social. Pero sobre todo quiero agradecer la labor de los protagonistas de nuestra arquitectura rural, de aquellas personas que con su esfuerzo han levantado, conservado y amado una arquitectura muchas veces ignorada, poco valorada, y en el mejor de los casos aceptada por su pintoresquismo. Una arquitectura entendida en ocasiones como fuera de la lógica de nuestro discurso cultural. Es de justicia agradecer la colaboración anónima de esas personas que han prestado su casa para ser fotografiada, medida y analizada, y que luego, en ocasiones tras invitar a almorzar al autor, le han hecho partícipe de sus preocupaciones.
Valencia, junio de 2000
http://www.via-arquitectura.net/01_prem/01p-112.htm